Luna llena esta noche, y me atormenta el recuerdo de unas manos que se deslizan.
Luna llena, y toda mi piel se eriza, con ese tacto tan característico, y ya no es suave, no.
Son hilos de pensamiento, se cruzan y entrecruzan, se agarran y se sueltan, siguen avanzando, hacen formas, círculos y cuadrados, y al final la respuesta es siempre la misma.
Sí, piensa, piensa, maquina cerebro mío, sigue girando en torno a imágenes, sigue girando en torno a la luna llena invernal, sigue dando vueltas, y vueltas, y más vueltas, porque es todo lo mismo, y por más que gires, el mundo girará igual.
Son manos que acarician, y se deslizan sobre otra piel que se eriza, otro tacto diferente, también, manos que recorren un camino impensable, unas manos traicioneras, que me engañan, y se esconden de mi, unas manos que no me pertencen, pero son mías, mías, y las siento acabar mis extremidades.
Son unos ojos, otros ojos, dos ojos, que brillan en la oscuridad, que se cierran, se abren, se cierran y se abren, siguiendo el ritmo de un aliento interrumpido. Son ojos que me ven, y me miran, me observan, pero me olvidan, son mis ojos, míos, pero no los siento en mi cara, no los siento en mi cuerpo.
Son palabras, palabras blancas, que me hablan, me piden perdón entre suspiros, y yo se lo concedo, porque son mías, son mis palabras, en boca de nadie, en boca de todos, en el aire, soplando con el viento, entre los granos de la arena, hasta que se las lleve el mar.