Ella sabía lo que era la gloria. Ella sabía lo que era el éxito. Ella sabía lo que era ser amada.
Si, sabía.
En pasado.
Ahora sencillamente se sentaba allí.
Y veía la vida pasar.
A veces, en vez de observar a los transeúntes, prefería observar sus manos: sus envejecidas y arrugadas manos. Cuándo las observaba, recordaba vagamente aquel sentimiento que la llenaba cuando cogía un micrófono y cantaba delante de una multitud de caballeros, que la observaban vestida de raso, cantando acompañada de un piano negro de cola. Pero se había acabado hacía mucho tiempo, y el rostro emocionado de su público se volvía un borrón, cada vez menos claro, cada vez mas confuso.
El amargo sabor de la pérdida de la fama era el único recuerdo que podía sentir con fuerza, y quizá por ello sencillamente decidió consumirse en su propio infierno.
Cuando ella había sido algo se aferró al carpe diem, y acostumbrada a aquella droga, su penitencia parecía interminable, pero ella sabía, en algún lugar bloqueado de su mente , mejor que nadie, que aquello no era más de lo que en realidad merecía.
"Knock, knock, knocking on Heaven's door"
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