No oía nada. Quizá tampoco sentía nada.
Veía toda aquella masa oscura extenderse alrededor de su nave, todos aquellos puntos de luz, y los minúsculos trozos de materia que volaban sin ningún tipo de cuidado por cualquier lugar.
Se preguntaba todos los días si se estaba volviendo loco.
Lo malo, es que ya no diferenciaba los días. Ni las horas. Ni los segundos.
En el espacio exterior, realmente no importa demasiado el tiempo.
El tiempo es algo completamente humano. Y él ya no era humano. Bueno, quizás si, pero estaba completamente separado de la humanidad. Así que no era humano.
[..]
La oscuridad empezaba a no resultar extraña. Entre sombras se acostumbró a vivir, a flotar, a no pensar en la realidad que había dejado atrás.
Ahora, el antiguo "él" estaba muerto. Había fallecido durante el despegue de la nave. Ahora su "yo" era lo que contaba, y su "yo" no tenía nada en lo que contar.
Eso sí, tampoco tenía nada que perder.
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