"¡Cuántas veces besó en vano el mentiroso estanque! ¡Cuántas veces hundió sus brazos en el agua para rodear el ansiado cuello, sin conseguir abrazarse! No sabe qué es lo que ve, pero lo que ve le abrasa, y él mismo se engaña, a la vez que incita a sus ojos a caer en el error. ¿Por qué intentas aferrar, ingenuo, una imagen fugaz? Lo que buscas, no está en ninguna parte; lo que amas, lo pierdes en cuanto te vuelves de espaldas. Esta imagen que ves reflejada no es más que una sombra, no es nada por sí misma; contigo vino, contigo se queda y contigo se iría si tú pudieras irte."
Metamorfosis, Ovidio.
Este es un fragmento del mito de Narciso en el libro tercero de las Metamorfosis de Ovidio. Narciso es hijo de una bella ninfa, Liríope, a quien ya el anciano Tiresias le había advertido tras preguntarle si su hijo llegaría a viejo que "sólo si a sí no se conociera". De este modo, Narciso creció y se convirtió en un apuesto joven muy deseado, que, sin embargo, tan vanidoso, no aceptó ninguno de estos halagos. Entre sus enamoradas se encontró la ninfa Eco, quien había sido castigada por Juno haciendo que tan sólo pudiese hablar repitiendio las últimas palabras de su interlocutor, sin poder iniciar una conversación ni expresarse libremente. Acercándose a Narciso, este huyó de ella rechazándola a viva voz, mientras ella replicaba con las mismas palabras, pues tan sólo podía repetir. Avergonzada, se escondió en las montañas. Otro de sus amores no correspondidos gritó a los cielos "¡Ojalá el también se enamore y no pueda poseer a su amado!". Así cumplió Némesis, la diosa de la venganza: al mirarse en un estanque Narciso se enamoró de su propio reflejo y permaneció allí, día y noche, sin comer ni dormir, tan sólo observándose e intentando alcanzarse. Se dió cuenta así del dolor de no poder alcanzar a quien amaba, y más aún sabiendo que su reflejo, también le deseaba, pues era él mismo también. Finalmente, Narciso se consume en un dolor interno profundo y una angustia que es incapaz de soportar, y muere a orillas del lago. Se dice que una vez muerto continuó observándose en las aguas de la Laguna Estigia.
Lo leía anoche y pensaba en lo cíclico que es, en cierto sentido. Primero, Eco y el castigo impartido por Juno. Devuelve todas las palabras como si se tratasen de boomerangs, incapaz de expresarse, entra en un juego de repetición sin sentido en cada conversación que mantiene. Narciso al encontrala a ella entra en una de esas cíclicas conversaciones: "¿Hay alguien?" "Alguien", "¿Por qué huyes de mi? ¡Aquí reunámonos!" "¡Unámonos!", "¡Quita tus manos, no intentes abrazarme! ¡Antes moriría que entregarme a ti!" "¡Entregarme a ti!", incluso en los momentos previos a su muerte: "Eco se afligió al verle así [...] y cuantas veces el desgraciado joven exclamaba "¡Ay!, ¡Ay!" repetía ella una y otra vez, y cuando Narciso golpeaba su cuerpo con sus manos, ella reproducía el sonido de sus golpes". Una vez más, cuando el hijo de Liríope se enamora de sí mismo en las aguas del lago, entra de nuevo en una visión cíclica de su amado, que a su vez le mira a él (o se mira a sí mismo).. En fin, el mito de Narciso está construído alrededor de circulos concéntricos eternos en los que la única resolución después de la desesperación y el dolor de ser incapaz, a causa del castigo de los dioses, de alcanzar aquello que desea es la misma muerte.
Supongo que me sorprendió porque tenía una idea diferente del mito, y al reflexionar solo un poco encuentro cierta profundidad en los hechos, lo que lo ha hecho ser de repente muy interesante.