22 de mayo de 2010

Me sé de memoria tus ojos

Me sé de memoria tus ojos,
así que los puedo ver
en cualquier momento, sí,
cuando yo quiera,
¡Ahora!
Y apareces allí, escondida,
¡Huye, Noche,
que voy a alcanzarte!
Y cuando llegue hasta ti, ¡ah!
te robaré los ojos y los colgaré donde quiera,
que me iluminen el camino,
que me acunen
y me canten para que duerma,
que no hay nada como las estrellas
para soñar que soy como una de ellas.

¡Huye, Noche,
que ya te estoy alcanzando!
Y ya puedo ver tus ojos tan cerca,
tan, tan, tan cerca,
que te siento amenazante y alerta,
pero, ¡ah!
haz conmigo lo que quieras, Noche,
pero no, no te comas mis dedos
que no puedo escribir,
ni siquiera cuánto querría
quedarme con tus ojos
y no devolverte nunca las estrellas.

21 de mayo de 2010

Las palabras que no existen.

A veces pienso sobre ello, y creo que hay palabras que no existen.
Es decir, todas y cada una de las palabras posibles existen, obviamente. Las que piensas, las que piensan los demás, las que están escritas, las que son pronunciadas y se las lleva el viento, las que están grabadas en archivos de audio, y una infinidad más de maneras y ámbitos en los que una (o bueno, probablemente, más de una) palabra puede existir.
Sin embargo, considero que muchas de esas palabras no tienen validez real, y por tanto, aunque existen, mejor sería que no lo hiciesen. Quiero decir, cuando algo existe y no sirve para nada, no cambia nada, está obsoleto, o le resulta indiferente al resto de cosas existentes, entonces, su propia existencia (valga la redundancia) no tiene un sentido real, una finalidad, incluso es casi como una existencia vergonzosa. Y eso que yo tampoco creo demasiado en la concepción teleológica de las cosas.

Pero en fin, ¿cuándo considero yo que una palabra existe?
La palabra sirve, fundamentalmente, para comunicarnos. De este modo, las palabras que yo pienso, pero no son comunicadas a nada ni a nadie, ¿existen?
Bien, pues, después de pensar sobre ello, creo que no.
Es decir, cuando yo tengo una palabra, un concepto, un "algo que decir", pero solo está dentro de mi, nadie más va a saber que existe. Obviamente, en cuanto solo una persona más lo sepa, la existencia de ello va a ser evidente. ¿Cómo puedo saber que al intentar transmitir lo que pienso, las palabras no van a modificar su significado, aunque tan solo sea ligeramente? Cuando se comunica algo a otra persona, se pierde el concepto puro. En la comunicación, no solo influyen tus palabras, sino el contexto, la interpretación de las mismas por tu interlocutor.. en fin, no es lo mismo. Y aquí me encuentro con otro problema. Entonces, lo que existe no es lo mismo que lo que pienso. Porque en cuanto dejo que exista, el concepto cambia. Aunque sea de manera imperceptible.
Y esto, a su vez, me lleva a pensar, entonces, ¿todas las palabras que yo considero que existen, existen realmente?
Bueno, si lo vemos desde cierto punto de vista, no, no existe ninguna de ellas.
¿Por qué? Pues porque lo que existe ya no es lo que queremos comunicar. Puede que sea muy parecido, que en ocasiones sea idéntico, pero la diferencia entre la existencia y la no-existencia es tan abismal, que todas las palabras que existen nos son ajenas, y por tanto, aunque sí existen como tales, no es lo que queríamos expresar. El objetivo por el cual las hemos pronunciado (o comunicado de cualquier manera posible) no ha sido conseguido.

Para mi, esto explica porqué es tan difícil escribir, o explicar oralmente aquello que sientes o piensas. No es cuestión de que los conceptos o ideas que tu sientes dentro no puedan ser expresados con palabras. Es el hecho de que cuando salen de ti, dejan de ser el concepto puro, y deja de ser lo que piensas para ser una mutación de lo que quieres comunicar.

5 de mayo de 2010

Francis Bacon


El papa Inocencio X de Velázquez por Francis Bacon. 

Es una reinterpretación de un retrato pintado por Velázquez, ya que es notable en Bacon la influencia y conocimiento que tiene de este autor español.


En fin, puesto que no tengo demasiado tiempo para escribir, me he pasado para dejar uno de los momentos más impresionantes de mi semana (probablemente el único, pero aún quedan unos días para comprobarlo).