11 de diciembre de 2013

xxx


hoy voy a aprender a vivir en tu silencio
a callarme las horas muertas
a olvidar la forma de las palabras
en un abandonado recuerdo

hoy voy a dormir las noches de luna
para poder crecer con la traicionera lluvia
sobre la tierra revuelta y poblada
de ásperos matorrales moribundos

hoy treparé como la hiedra
los muros pétreos y enormes
que separan el mundo exterior
de tu gélida oscuridad

hoy seré una flor de la nada
amapola del vacío
en eterno silencio
de ojos cerrados

8 de diciembre de 2013

xx


esperaré sentada en el asfalto
de la carretera que juntos
prometimos construir

la superficie está húmeda todavía
y tus huellas son visibles aún
hasta el infinito
o hasta donde me alcanza la vista
que
en caso práctico
es lo mismo

me pone enferma este olor quemado
y la náusea es una constante
inalterable

¿volverás algún día
cuando la luz en el horizonte
se vuelva del color inimaginable
de la locura?

volverás quizás cuando ya no te espere
cuando la inercia me obligue a
quedarme aquí sentada
y me haya olvidado del vapor caliente

levantando la vista te observaré
desconcertada
preguntándome entonces
quién eres

-quién soy-

27 de noviembre de 2013

x

si me despierto
en las horas más terribles de la noche

              -rasgando la oscuridad
     con afiladas uñas de animal-          
     
soy mucho más consciente
del frío que hace
entre estas sábanas
desde el momento en que
ya no estás enredado en ellas

quizás sea una pura
casualidad
o quizás sea el invierno
que ya se cuela
impasible
por mi ventana


17 de noviembre de 2013

haiku VI


una leve brisa
en la calle mojada
espera el principio

haiku V


lluvia incesante
olor a mojado
finaliza el otoño

16 de noviembre de 2013

haiku IV


canta la luz en el cristal
como canta el pájaro
en su rama

haiku III


el silencio se ahoga
como las gotas de lluvia
en los charcos

haiku II


feliz el cedro
que observa sus raíces
hundirse en la tierra

haiku I


el tiempo se detiene
cuando cae una hoja
del árbol que plantamos

10 de noviembre de 2013

recuerdos

¿cuántos recuerdos caben en una hoja de papel?

A veces depende

-sólo-

del puño y letra

de la recordante

a Laura muerta

recorren tus almendras empedradas
el rastro de mis pies rotos de miedo

-la piedra oscura se retrasa
en dar fé de este monumento-

los silencios siempre existen
en los huecos tristes que me dejas
colocados desastradamente
en espacios estratégicos

-¿es quizá la piedra
vana gloria para tu memoria airada?-

deja entonces que sean mis palabras
las que te adivinen en los blancos de mis hojas


29 de octubre de 2013

,

cuando las palabras se
esconden en los agujeros de mi cabeza se
rompen en trozos los únicos restos que
quedaban de la memoria
perdida entre la maleza que
cubre la espera eterna de este cerebro
cansado

28 de agosto de 2013

alter-ego

she
whose heart is always weary
she
whose eyes keep staring at the walls of her dreams
she
whose mind wanders in the fog of a never-ending dawn
she
whose mouth is still broken
she
whose words remain silent

she
she will be my death
she will drive me mad
her voice will chase me until i go completely insane
and in the end
when i am finally sleepless
when all of my thoughts are hers
we will bleed until time gets heavier than life

and i wonder
if she will leave me
once we are both extinct

or will she burn forever
inside of me

16 de agosto de 2013

.

me
descompongo en la hierba y si
observo mi carne pudrirse me
produce el placer de saber que
se acaba todo como empieza en
la tierra todo
encuentra su sitio aunque
no sea lo que imaginabas aunque
no sea lo que querías aunque
no estés preparada

Same old song

tengo miedo de tener miedo
de las uñas que me arrancan los ojos
cuando duermo
¿y si no duermo es, entonces,
porque me quedan vacías las cuencas?
y acaso qué puede soñar mi cadáver
si ni ojos tiene
-no se sueña sin ojos,
ni aquí ni en el infierno-
tengo agujeros en las manos 
por eso se escurren las arenas del tiempo, 
por eso el agua no se queda para limpiarme, 
por eso nada permanece 
-en eterna huida entre mis agujeros-
es mi corazón otro hueco oscuro entre los pliegues
la luz que se consume desiste
y al final se extingue
-quizás ya no nos queda nada-
si me clavo un puñal en donde duele
brotarán flores azules
y me convertiré en la hiedra que se sube a las paredes 
que trepa a las fortalezas que se yerguen 
sobre los lagos salados de mis sueños
quizás si me salen alas
consiga escapar lejos de los cristales que se ciernen
sobre el cielo

11 de agosto de 2013

Mosquitos

Llevo veintiséis horas sin dormir. Esta mañana desperté con el alba, apenas eran las seis y media cuando las nubes grisáceas se hicieron paso entre la oscuridad de la noche y su clara luz inundó mi habitación. Desde entonces apenas ha habido vida, apenas ha habido miedo. Paseé algunas calles, leí algunas hojas, garabateé palabras sin significado en papeles de colores. Ya entrada la noche procedí con la ceremonia de todos los días. Tranquila, tranquila, hoy vas a dormir tranquila. Infusión de pasiflora y lavanda. Tienes que quedarte tranquila. Valeriana. Eso es. Me tumbé sobre cojines, encendí una tímida vela, algo de música ambiental. Hoy vamos a dormir bien. Dejé que el humo del incienso llenase la habitación. 

Pronto comenzó la segunda parte del ritual. El eterno remolino de mi cabeza continuaba dando vueltas, conseguí oír el tic-tac de un reloj que no existe, mi mente volvió a llenarse de las terribles imágenes que no paran de perseguirme, cerré los ojos con fuerza, me tapé el rostro con la almohada. Desapareced, por favor. Nada estaba funcionando. Hacía días que nada funcionaba ya. Daban igual las infusiones, el ambiente, las pastillas que decidiese tomar. Mi cabeza está por encima de todo eso. Y no se duerme. Aquí no se duerme nunca.

Algunas horas después me cansé de jugar. Me levanté con los ojos crispados, deseé poder lagrimear un poco para aliviar el escozor, pero no estaba funcionando. Tampoco. Encendí las luces, me senté sobre la cama con las espalda derecha y valoré mis posibilidades. Podía ponerme a leer, pero me dolían los ojos. Podía cambiar de lugar, ver si eso me tranquilizaba. No me agradaba la idea de pasar la noche en el salón, era ya de madrugada y podría entrar cualquiera. Y preguntarse qué hacía yo allí, con mis ojeras, sentada. Esperando a algo. ¿Qué está esperando mi cabeza?. Me decidí por una corta excursión al baño. Me refresqué el rostro y las manos con el agua fría. Observé mi reflejo en el espejo. Una, dos, tres, cuatro, cinco picaduras lo cubrían. No. Sonó un "clac" en mi cabeza. Otra vez no. Me miré horrorizada a través del espejo, aumentaron las pulsaciones, respiración irregular, tic-tac, tic-tac, un tic-tac cada vez más frenético. Por favor.

Volví a mi habitación por el oscuro pasillo, estaba preparada para aquello. Estaba, también, decidida a dormir. Pasara lo que pasase. Pude divisarlo desde el umbral de mi puerta. Por encima del cabecero de mi cama, en la pared, me esperaba. El díptero se apoyaba sobre sus pequeñas y majestuosas patas, con el vientre de color blanquecino, casi transparente, hambriento. Estaba esperándome. Al moverme comenzó a revolotear por la habitación y se posó sobre el cristal de la ventana. Detrás de ella las persianas bajadas apenas dejaban pasar la luz del día que comenzaba a amanecer. Me senté en la cama contemplando el mosquito. Lloré un poco. No sabía que iba a hacer entonces. De pronto, tuve que ahogar un pequeño grito, otro díptero levantó el vuelo desde el suelo, revoloteó cerca de mis pies y se posó junto a su compañero. Dos. Me cayó otra lágrima. Me di cuenta de que me dolía todo el cuerpo. Quiero dormir

Actué con calma. No quería llamar la atención de los pequeños insectos. Me acosté cubriéndome el cuerpo hasta la nariz y apagué la luz protegiendo la mano con la sábana. Las siguientes horas gotearon en las arenas del tiempo llevándose consigo todo rastro de cordura. Cerré los ojos con fuerza, de nuevo. Me convencí de que tenía que dormir. De repente caí en la cuenta de que aquellos bichos debían de llevar horas encerrados conmigo. ¿Me habrán picado ya?. Un hormigueo me recorrió todo el cuerpo. No podía soportar la idea. Recordé como había pasado penosamente las noches anteriores, tapada hasta la nariz durante toda la oscuridad, protegí mi cuerpo a cambio de que picoteasen mi cara. Una. Dos. Tres. Cuatro. Cinco picaduras. Temblé de miedo. Horrorizada me acurruqué bajo las mantas, no dejé que una sóla parte de mi piel estuviese expuesta al aire de la habitación. Allí abajo me sentía ahogar, el aire no se renovaba, los muelles se clavaban en todas mis articulaciones, tenía calor. No tenía sentido. Me van a picar igual. Me van a tocar igual. Mis oídos zumbaban, me preguntaba a veces si estarían allí, conmigo, bajo las sábanas. Entonces movía rápidamente todo el cuerpo, para ahuyentarlos, con cuidado de no salirme. Boca abajo sentí como se aceleraba mi pulso, los espamos regulares de mi cuerpo cada vez que mis oídos zumbaban se iban volviendo automáticos, ya no estaban bajo mi poder. Volví a oír el tic-tac. ¿Qué hora sería? ¿Importaba la hora? Quería dormir. Sólo quería dormir. Y en cambio  podía sentir gigantescas patas, esbeltas y peludas, posándose suavemente sobre mi cabeza, por encima de las mantas. Sentí como aquellos pequeños dípteros se volvían gigantescos sobre mi cuerpo tembloroso, como su patas se iban apoyando poco a poco sobre mi cabeza primero, bajaban por el cuello presionando suave mente las dobleces de mis mantas, ya ponía una primera extremidad en mi espalda cuando me pregunté si acaso buscaba un hueco por dónde colarse. Es imposible, es gigantesco. Sólo es gigantesco en tu imaginación. 

Imaginé entonces que aquel monstruoso díptero de un metro de alto tocaba al fin mi piel con sus terribles zancos. Sus alas pegajosas y amarillentas aleteaban con fuerza, levantaban un viento aterrador en la habitación. Podía oírlo zumbar con toda su fuerza sobre mi cuerpo paralizado. El sonido grave, rítmico, que se parecía al tic-tac del correr del tiempo se adentraba cada vez más en mi cabeza, retumbaba en mi cráneo, me recordaba que ya nada podría salvarme. Ya nada podría hacer que volviese a dormir. Su larguísimo aguijón se extendió hacia mi rostro. Clavado en mi mejilla succionaba mientras hinchaba su blanco vientre, que se volvía cada vez más y más rojo, apoderándose de todo el caudal de mis vasos sanguíneos. Grité, quisé gritar al menos, pero cuando abrí la boca para emitir aquellos sonidos cargados de terror recordé todas las pesadillas en las que los pequeños monstruos alados, mosquitos, polillas, abejas, se introducían en el orificio abierto de mi pánico, mezclaban el fango pringoso que impregnaba sus alas con mi saliva, los sentían zumbar cerca de mi garganta, amenazaban con infectar con sus extremidades peludas toda mi cavidad bucal y yo paralizada era presa del horror más grande que jamás podría imaginar. Aquellos sueños sólo acababan cuando mi cuerpo reunía la suficiente voluntad como para volver a moverse y vomitar sobre el suelo todos aquellos insectos. Me reencontré entonces con mis manos tapándome ansiosamente la boca, y mi cabeza recriminando mi falta de control. A punto hemos estado de que los dípteros aniden entre la lengua y el paladar. Lloré bajo las sábanas.

Busqué a tientas mi teléfono móvil. Comencé a teclear algunas palabras sin sentido y pensé detenidamente en lo que estaba haciendo. "Hay dos mosquitos en mi habitación". "Tengo miedo a los bichos". "Quiero dormir pero no puedo". "Ayúdame". ¿A quién iba a escribirle? ¿A quién podía importarle aquello a las ocho de la mañana? ¿Quién más que yo iba a comprender la magnitud de la situación?. Tomé aire. Sólo podía esperar. 


13 de mayo de 2013

Baila, baila, baila

se fuma tu alma a domicilio
escondido entre las sábanas
se refleja en los cristales empañados
hasta consumirse con las velas
y la cera caliente de una lágrima
corre entre los rincones que una vez 
dejé encendidos
sin querer
en el fondo fondo de una cabeza rota
abandonada
flota entre los restos de un naufragio
que una noche se escapó de entre mis manos
y espera a la deriva en una playa
no importa porque sigo
viva
sobre las ruinas de un palacio
y rodeada de piedra afilada
respiro la humareda que quedó bailando
en el aire enrarecido de una canción
que ya nunca canta
ya no me importa porque 
sabe a tabaco
pero sólo entre líneas
nunca entre palabras

6 de mayo de 2013

I


Soñé contigo y una guitarra,
con la canción que no me vas a cantar.

Soñé con los cristales rotos de tu voz
que se clavan bajo la carne de mis uñas.



30 de abril de 2013

Cuidado.

-escápate de los ojos gigantes,
huye, huye,
y que no te vean-
-desaparece en las tinieblas,
borra tus pasos:
"nunca estuve aquí"-

cuidado que no te delate
el crujir de la hojarasca

-ni las heridas de cristales
rotos
clavándose en tus pies-
Todas las horas terminan.
Incluso aquellas que se demoran en la espera ante blancas hojas de papel.

21 de abril de 2013

En Oscuros Muros Habitan Palabras Pintadas De Negro Sobre El Yeso Y Cantan Himnos Prohibidos Y Recuerdan Viejas Historias Y Reviven Los Proverbios Olvidados Y Son La Manifestación De Los Profundos Corazones Acallados En La Inmensa Urbe Que Desean Gritar Desde El Fondo Y No Se Oyen Porque Nadie Les Deja Romper El Silencio
Y Gritan Gritan Gritan


ABAJO EL SILENCIO


ABAJO EL SILENCIO


ABAJO EL SILENCIO